Susurros del norte

¿Es posible ser latina, castaña oscura y algo bigotuda, y aún así tener el norte en la sangre? La lógica dice que no, pero el corso contramano en el que se embarca mi ADN cuando veo una foto de Noruega, o incluso cuando escucho o veo su nombre escrito en alguna parte, me dice que la lógica no corta ni pincha en estos asuntos. 

Buscando inspiración para mi nuevo hobbytrajo (hobby + trabajo), una nochecita, acá mismo, en el sur, me la encontré. El agua humedecía de forma solemne sus pies helados y las montañas la escoltaban con esa templanza que solo el patriarcado bien logrado puede proporcionar. ¿Su nombre? Bergen. ¿Su ubicación? Noruega, y, a partir de ese momento, también en mi corazón.



Hacia la creación de un Bergen a mi medida

No lo dudé, tomé mis tizadas y algunas acrílicas, recientemente adquiridas para poner en práctica la arteterapia de la que recientemente me había recibido, y la retraté. Lo hice a mi modo, como casi todo en la vida. Intensifiqué los colores con afán caprichoso y con segundas intenciones, aunque debo confesar que la casita fucsia, a la que en secreto convertí en una de mis protagonistas de ¡Espérame, Noruega! Mi best seller nunca escrito, no hubo pintura en frasco que pudiera igualarla. Si en este momento tuviera que pedir un último deseo, sería poder tenerla frente a frente durante los últimos minutos que esta vida me concediera, bajo el mismo cielo y rodeadas ambas por el mismo gélido aire puro. Así de idílico y dramático es el amor. 

Al cabo de… no lo sé, porque perdí la noción del tiempo, así de absorbente es el amor, lo terminé. Es un cuadrito pequeño, de unos 20 x 20 cm y pintado sobre un trozo del que fuera el piso de mi living de aquel hogar que inspiró mi Bajo el cielo de Carmelo me caí y después me levanté

La esperanza que late en el sur con ecos del norte

Hoy es por lejos mi favorito entre mis algo así como ciento veinte cuadros de diferentes motivos, entre los cuales reinan los gatos, las flores pintadas sobre papel de diario y las chicas en tanga… y también sin ellas. 

Sí, ¡como ella!

Lo colgué en la salita de masajes y debajo de unas latitas pintadas de las cuales cuelgan unas crasas que adoran el sol que las baña todo el día. Lo hice con la esperanza de que algún día, algún cliente cualquiera, rubio con tintes apelirrojados, de ojos turquesas y un metro ochenta y cinco de humanidad, se enamore… del cuadro, claro, y que me proponga irnos a vivir a aquella casita fucsia muy juntitos, para que el frío no le juegue una mala pasada a ninguno de los dos. 

Mientras tanto, si estás en Uruguay, te ofrezco el cuadro original, posta, aquí mismo.

Si estás en alguna otra parte del mundo, podés comprártelo en su versión cuadrito, en su versión funda o en su versión remera

¡Te invito a enamorarte de Bergen como lo hice yo! Tal vez algún día viajes hasta allá, me recuerdes y me envíes algunas de tus fotos de sus mercadillos atiborrados de Papá Noeles, duendecillos y dulces típicos. 

¡Yo voy a estar muy feliz por ti!

El arteterapia como camino hacia la sanación

No siempre podemos tenerlo todo en la vida, en especial si no hemos optado por un lifestyle estoico. Afortunadamente, el arteterapia está aquí para mostrarnos que no es necesario aspirar a tanto, o al menos que hay un camino para lidiar con las ausencias cuando el todo se revira y se empeña en ser esquivo.   


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