Lunar de canela

 Un día, mejor dicho, en una oportunidad al final de uno, Paul conoció a Rupella. Sí, ni Rafaela ni Estela (ni tampoco Stella), Rupella. Desde ya te adelanto que Rupella era una sirena. Como que rima, ¿no? Y ya sé que me vas a decir: “¡Pero cómo te atrevés a espoilearme la tercera parte del cuento sin Anastasia! Digo… sin anestesia”.




Es que me dio… cosa (perdón por usar un término tan burdo habiendo podido elegir “remordimiento”, “culpabilidad”, “un arrebato de ética” y esas cosas) tenerte ahí en suspenso mientras te iba relatando que la conoció en la playa cuando estaba apoyadita en las rocas y solo se le veía del ombligo para arriba… todo lo que una mujer tiene desde el ombligo para arriba, ya que su cabello blanco (con tintes plateados) estaba completamente echado hacia atrás, y justo él tenía unos dramas existenciales que quería resolver, entonces se encaminó a la playa mientras el sol se iba poniendo en aquel atardecer de un calor sofocante.




Al verla, decidió que sus dramas existenciales podían esperar, o, mejor aún, que no eran tales, o, mil veces mejor aún, que dejarían de ser tales si ella le permitía sumergirse en sus ojos de ese color híbrido entre turquesa y gris por una noche, tal vez dos, o ¿por qué no toda la vida? Así que se acercó a ella y, como hombre inteligente que era, no permitió que lo encontrara con la guardia baja, por lo que no le preguntó la clásica: “¿Qué andás haciendo por acá?” o “¿Trabajás o estudiás?” Si total, él podía mantenerla trabajara o no y no la necesitaba veinticuatro-siete a su lado, porque él trabajaba mucho para poder mantener a una fémina de esas el día que se cruzara con una que le gustara tanto como para compartir sus ingresos con ella con la facilidad con la que compartimos una torta de cumpleaños (ya tenía pensado qué regalos le pediría a ella a cambio de su torta), así que podía estudiar todo lo que se le cantara, incluso magia celta y esas inutilidades. Lo que le preguntó fue: “¿Blanco o negro?”

Negro —respondió ella.

—Tenemos un trato —dijo él.



¡Hola! ¿Te va gustando? Entonces terminá de leerlo acá: Get Inkspired.

¡Nos leemos! 



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